En un lugar de la costa, cuyo nombre prefiere no acordarse, fue engatusado el señor Freddy con su fobia por una vendedora de libros, el regalo: un viaje de relax frente al mar....
“Relatos ilustrados”. Escritura-acrílica.Las creaciones de Miguel Pínter estan inspiradas a través de sus relatos para luego pintar y crear una obra integradora. Cada pintura acrílica, es un relato, cada obra, es una historia...
lunes, 15 de noviembre de 2010
Epifania electronica
Meto la carne en el horno, es Navidad, sin ella… recuerdo como un año antes había llegado.
Sonó el portero automático y recibía aquel inesperado regalo de 1.60 cm empaquetado en rojo que dejaron con delicadeza debajo del árbol iluminado y al lado del humilde Belén. Se escuchaba el entrañable White Christmas de Bing Crosby mientras desenvolvía con intriga y me encontré al destapar; una dulce mujer angelical dormida rodeada de trocitos de caucho blanco. Bajo, casi escondida, una tarjeta decía: Tus amigos de Yushin América Inc Robótica.
Mis ojos se asombraban al ver algo tan perfecto y soñado. Con la boca todavía abierta hallé en un lateral un manual de instrucciones de reprogramación androide. Me paré sin saber realmente lo que debía de hacer.
Deliberé mientras la observaba en los pros y en los contras de mi acción, y divagué con fantasías futuras.
A los tres meses, Angelina activada andaba por la casa a sus anchas y movía su cabellera de bucles dorados con elegancia y gloria que sobrepasaban lo humano. Bailaba la suavidad sonriente por el hogar.
Inteligente me traía todo aquello que necesitaba, no encontraba o había perdido. Una noche reía como Angelina bajo un bombín y un pequeño bigote imitaba a Charlot y absorbia un hilo de pasta que no tenía fin.
Detrás de aquella piel calida y fina, se escondía una sensible seductora que acabó enredándome sobre las sabanas del deseo. Adorable y sofisticada se mantenía conmigo y con el mundo, menos una tarde que caía una fuerte nieve en el que se saltó un semáforo peatonal en rojo. Esperé desde la otra acera rodeada de gente bajo los copos a que se pusiera verde y cuando llegue donde ella le dije:
— ¿Quién te crees que eres…? Angélina bajo la ventisca emocional se mantenía apocada con sus ojos turquesas mojados; pareciendo ser mas humana y mas desprotegida que nunca.
El temporal se marcho con el frió y apareció la invitación e insistencia de mis amigos en verla. No conocían la verdadera procedencia de Angelina y tampoco la quería desvelar, solo mis amigos de Yushin lo sabían.
Llego el sábado esperado, por la mañana presenté a Angelina con orgullo, se entremezclo con el resto con naturalidad mientras nos alejábamos en el yate. Las chicas entre risas preparaban unas copas a la vez que nosotros nos poníamos el bañador. El sol comenzaba a caldear, algunos recostados, otros se tiraban al agua. Angelina tumbada bajo el sol miraba sonriente el cielo azul, y me hacia sin saberlo el ser mas feliz de la tierra. Las chicas al rato comenzaron a lanzarse al agua y Angelina con mirada tentadora se lanzo al mar y la vi separarse como una dulce sirena. Pero de repente desapareció. Desde la proa, al rato, volvió a la superficie transfigurada con los ojos en blanco y cuerpo agarrotado como si fuera una muñeca rota. Comenzaron a subirla; sacaba agua de su boca, hablaba de forma metálica y repetitiva. Quisimos enderezarla pero la maquina se despecho con una descarga de humo y chispas. En cubierta mis amigos palidecieron, las chicas se tapaban sus bocas entremezcladas entre el drama y lo grotesco, me acompaño un silencio mudo pesado y doloroso hasta llegar al embarcadero.
Dejé a Angelina en Yushin American sobre una camilla de acero, sin darme demasiadas esperanzas de recuperación; era un proyecto piloto y no estaba diseñada para el agua. Pasé mi mano sobre su rostro y cayeron unos recordados copos de nieve sobre mi corazón, termine por besarla. Después la cubrieron con un papel plateado.
Pasaron los meses mientras reconocía lo que sentía por Angélina, miraba sus pertenecías, olía su ropa, ambulaba por donde habíamos paseado, y acabé por cruzar en rojo por donde lo hizo ella.
Ahora preparo solo la cena de Navidad saliendo del horno un olor agradable. Me siento junto al árbol que refleja sus colores sobre las paredes, debajo el Belén; que da junto a la vela un soplo de calor y luz en el hogar. Comienza el villancico de Bing Grosby, hasta que se interrumpe con una llamada del portero automático. Pulso y la pantalla de video cámara se enciende y aparecen en la imagen mis amigos sonrientes de Yushin American con Angelina y una caja piloto de 60 cm... Tras la sorpresa, con una carcajada presiono el botón de apertura accediendo a la aventura y al lado más humano que se encuentra en todo ser....
Una barberia con bata
La peluquería con dos clientes parecía tranquila, pero el regordete Serapio comienza a acalorarse al esperar a su nuevo empleado tardón, y ver la bata colgada. Las tijeras bailan y suenan alegres por la cabeza del cliente que estaba protegido por un impecable delantal rodeado de champús, gominas, polvos de talco y un sin fin de exquisitos aromas....
Vias cruzadas
Serenidad incomprensible me acompañaba dentro del vagón que me conduciría al pueblo donde mi último familiar había desaparecido. Mi rostro se reflejaba en el húmedo cristal y se mezclaba con el reflejo del reloj redondo que marcaba las nueve envolviendo a los transeúntes en una neblina llena de despedidas mientras el jefe de estación alzaba su mano dando vía libre al trayecto....
viernes, 12 de noviembre de 2010
Pescadores del tiempo
Como una roca atrapada entre otras me sentía frente al mar, con mi caña admiraba la aurora y a lo lejos vislumbré una botella segura y tranquila, que poco a poco se acercaba hacia mí. Al verla, aprecié como había dilatado mis días, cada vez la veía mas clara, pero contenía un mensaje... Y con una atracción inexplicable, me acerque a la orilla remangándome los pantalones para esperarla....
Bellísima
La señora Kate vivía aislada entre pequeñas y seductoras antigüedades, algo cansada por el peso de los años, pero a pesar de su edad se sorprendió al recibir una carta de su primer amor escrita a mano.
Sin ilusión, comentó la noticia a sus dos mejores amigas las gemelas Ryder; que siempre hablaban a la vez e iban con sombreros floreados y del brazo. Al enterarse, se llenaron de la excitación que a Kate le faltaba, intentaban con educación que respondiera a la propuesta de volver a verse, pero Kate ya no se sentía ni joven, ni guapa, ni nada de lo que ya había sido.
En compañía de la voz de Ella fitzgerald, Kate miraba, en su pequeño salón, con nostalgia el álbum de fotos y pasaba las páginas con su mano delgada y revivió los momentos mas felices de su vida. De repente en una de las diminutas fotos se encontraba él; al verlo sintió que una puerta cerrada después de tantos años comenzaba a abrirse. Sus verdes ojos se deslizaron lentos hacia la carta, luego palpó sobre su rostro algunas arrugas y se arregló su pelo blanco. Por la noche en su cuarto la tentación le rondaba, pero se contradecía, se veía fea, mayor y tan deslucida. Pasó días de lucha interna sin saber qué hacer y acabó por llorar.
Una tarde soleada en el jardín a la hora del té, las hermanas Ryder con mucho encanto y persuasión, la convencieron para que se arreglase y quedara con él. Al final se preguntó: ¿cómo quedaré? …
Las gemelas comenzaron con masajes corporales y faciales y hablaban sobre la belleza. La señora Kate quedaba sorprendida al verse con mascarillas y baños de vapor. Su fuerte pelo fue coloreado por un castaño dorado, como el que antes tenía. Con chistes de vecinas le arreglaban y pintaban las uñas. Las cremas daban un resultado magnífico y notaba que renacía por dentro y por fuera. Entre las tres abrían las puertas de los armarios, como las tapas de botes y perfumes, y así bailaban los vestidos entre unas fragancias exquisitas para su última elección. El joyero de nácar se volvió a abrir y Kate eligió, sin dudarlo, tres únicas piezas. Los zapatos los desenvolvieron de papeles suaves, que obstaculizaban el paso.
El último día sus ojos hermosos de manera sinuosa se pintaron, sus finos y elegantes labios se perfilaron con carmín y unos polvos de maquillaje la hacían estar más pletorita que nunca. Su brillante pelo se moldeó con un recogido clásico.
Las hermanas Ryder la llevaban sonriente despacio hacia el espejo del salón, con un distinguido vestido, crema de seda. Sus zapatos eran ocres con algo de tacón. De sus orejas colgaban unos delicados pendientes de oro. En su cuello lo envolvía con un elegante collar de perlas y en su mano izquierda una sortija de zafiro. Dejaba una estela de un dulce perfume francés. Al mirarse así misma, admirada de tal cambio se conmovió (al verse como siempre había sido). Y la duda que tenia de cómo podía quedar quedó disipada.
Cuestión de creencias
No podía sospechar la comunidad de vecinos, que iba a estar amenazada por un movimiento sísmico que se acercaba. La construcción, era casta y añeja, se hallaba a las afueras de la ciudad y se sostenía por vigas y escaleras de roble irregulares, sin añorar ningún ascensor. Enseñaba geranios sobre las pequeñas ventanas de madera, donde descansaba un gato blanco y cantaba en su jaula el alegre canario. Y se dejaba ver, alguna que otra prenda de sus dispares vecinos con toda naturalidad. El color anaranjado del sol anunciaba que atardecía....
Un amor secreto
Bajo una luna llena que iluminaba todo el jardín, me despedía de mi padre junto al estanque. Entre la envolvente niebla se encendió la luz de los focos y se marcho sin saber cuando volvería. Detrás, la casa neoclásica me amenazaba con la presencia de la institutriz....
El Louvre
Esta era la última noche, a esperas de la jubilación. Caminaba como guardia solitario, por el inmenso pasillo central del Louvre, sin saber, si serían desvelados los fenómenos que toda la vida había guardado mansamente al universo. Además, nadie me iba a creer....
Red de redes
Al fin la noche. Buen momento para olvidarse de todo. Bueno de todo no, había algo que le preocupaba. Con el rostro sobre la almohada, escuchaba el teclear del ordenador de su hijo Daniel....
Las Meninas
Mi padre Felipe IV y el resto del mundo , creían que la representación magistral de Velázquez en retratarnos en Las Meninas bajo un efecto de doble retrato, era del artista. Pues no, solo yo sabía los secretos que me fueron desvelados, años mas tarde dentro de un sobre....
Dentro de las barracas
James ajusta sus lentes y lee en la prensa local; el peligroso fugitivo vuelve a atacar el sábado en las barracas de atracciones, ni las parejas de policías vestidas de negro con sus zancadas y chiflos pudieron dar con él....
La fotografia
Bajo la tormenta con la invitación en la mano, subía las interminables y oscuras escaleras de la desconocida casa. Un rayo descargo sobre la ventana lanzando un fogonazo, que ilumino el rostro del joven Paul que se sostenía sobre la pared. Tras el relámpago, se lleno de valor para remontar llegando al descansillo. Finalmente encontró una puerta medio abierta, con un cuerpo en cama ayudado por una maquina ruidosa de oxigeno, que acompañaba una sosegada enfermera....
En una hora como esta
En la desértica soleada plaza del pueblo de Olvera, se levantaba atacada por el estomago Mercedes que tiraba la silla de madera, y abandonaba a las ocho ancianas de negro que cosían en corrillo. Estas
eran capitaneadas por Matilda, que ofrecía sesiones de monólogos a sus compañeras, que se encontraban desdentadas, pero no desorientadas. Solo el gato bizco las escoltaba en sus conversaciones, que aceptaba con resignación su vida admirando los dibujos que producen las nubes en el cielo. El viejo y resonante campanario del la iglesia tocaba las seis.
— ¡Ay! “En una hora como esta” –sostenía el aire Matilda— cuando nuestra bella niña preferida entraba impoluta, blanca y virgen como una paloma por las puertas de la iglesia. Después de disuadir tentaciones y muchos rezos, su destino no fue el convento, sino entregar su cuerpo y corazón al mejicano Gerardo del Diego. Que llegó a Olvera a caballo, exhibiendo una hermosura y gallardía antes no conocida. Derrochaba dinero, simpatía y encanto, dejando al pueblo a sus pies—Como nos tenia a todas —alegó una longeva con una mirada azul hacia la lejanía —nos tenia locas. Un calido y mágico aire acariciaba sus canas, hizo cerrar los ojos al gato y entró por la habitación donde se encontraba Mercedes sostenida sobre la mesa dejando a Matilda retomar la historia...
La misma tarde de la boda—continuaba— no dejaban oír las campanadas los duros y chirriantes muelles donde sostenían furtivos y mezclados por una incombustible pasión a Gerardo del Diego y a la Puerca. Que fueron vistos por Benito, el tonto del pueblo, que salió corriendo espantado.
La novia radiante entraba en la iglesia, su doncella le dió una señal para disuadirla, pero ella cruzó el templo atiborrado hasta el altar. Al rato de esperar, se escuchó el sonido de la vieja puerta, al abrirse apareció exaltado el tonto de Benito chillando: ¡he visto a Gerardo revolcarse con la Puerca!
Un denso y temeroso silencio se apoderó del lugar, al minuto el ramo cayó al suelo y de la boca de Merceditas salio un intenso y voluminoso grito que supero al propio Munch que movió la sotana, llegó al campanario y atravesó las cordilleras más próximas. De las paredes crecieron grietas y los Santos parecían palidecer. El sonido de una orina fue acompañado de gemidos y alguna que otra risotada. El alcalde mordía sus labios mientras caían desmayos.
Al día siguiente, en la puerta de la iglesia, aparecía descuartizado bañado en sangre el caballo de Gerardo del Diego. Para él, se cerraron todas las puertas. Como también se cerró la boca de Merceditas que se comunicaba con una pizarra de madera y comenzó a comer las hojas de sus libros y beber sus colonias. Todo Olvera se conmovió. Pero quien mas lo sintió, fue Don Jaime, quien la admiraba desde niña. Que no fue correspondido, pero si compañero de pupitre desde primaria.
Un año y medio, estuvo Jaime entregando cestitas con frutas de cada estación sobre la ventana de Merceditas. Estas eran acompañadas de cartas poéticas que declaraban un amor eterno y filial. Pero los escritos y regalos no la auxiliaron, solo el paso del tiempo. En la última estación la muchacha intentó hablar y poco a poco de su boca salían palabras. Siguió los instintos de la propia naturaleza.
Y se dejó ayudar y seducir por el inagotable Don Jaime.
A los tres años de noviazgo, llegó la esperada boda. Otros tres años pasaron, hasta que llegaron las tres hijas, que con los años, tres novios aparecieron, dando siete nietos a la abuela Mercedes.
Al ver a su abuela con malestar sobre la mesa de la cocina, la nieta, le preparo una manzanilla y llevó a Mercedes sobre una mecedora al fresco.
Matilda mientras enhebraba una aguja terminaba diciendo: —Su pequeña dolencia…. no se sabe, si es el sonar de las campanas, las colonias o todas las historias que trago al comer libros. Pero esta claro que vivió su historia. Aquel que no ha tenido una historia, es que no ha sabido vivir.
Las campanas redoblaron sobre la plaza y el gato bizco miraba a las mujeres y a las nubes.
Cuando Mercedes se recuperó, acompañada de su nieta con la chaqueta oscura sobre sus hombros, se unió risueña al grupo en la plaza, para acabar de bordar un jersey para el nieto más pequeño.
Desde el otro lado
Me encontraba solo en mi finca a las afueras de Paris, entonces era el 15 de octubre de 1920. Sentado en el porche, miraba el gran roble que se escondía tras la niebla con mi tesoro. Perturbado cogi el arma cargándola despacio, sin poder despedirme de mi amada Berta, empuñe la pistola contra mi sien y dispare....
La mosca domestica
El insecto volátil viajaba por las habitaciones del pequeño hogar de los Gutiérrez, y buscaba la manera de encontrar la libertad. Después de haber estado aireada la casa, se dio cuenta que se encontraba atrapada.
El abogado
Después de rociarme con alter shave de Armani, me paso el peine con gomina sobre mi cabello negro. En el vestidor, frente al espejo, me ato una de mis tantas corbatas, despacio y serio, me ajusto mis puños blancos rematado con un par de gemelos de mi colección.
Con este aspecto, nadie, sospecharía que estoy atravesando una separación....
El camino
Mi cuerpo yacía herido de bala en el costado sobre la nieve, sin saber el tiempo que llevaba inconsciente por el dolor y el fuerte frió. Al fin, fui recogido en medio del temporal por dos monjes franciscanos.
Dentro del monasterio, al entrar en razón, mis brazos y piernas comenzaron a temblar y ellos rápidamente me frotaron con mantas llevándome a la cocina hasta obtener un calor deseado cerca del fuego. Mi cuerpo revivía tras la temperatura. Me dieron poco a poco un caldo caliente de pollo,
el cual, bajaba a mi estomago como una agradable caricia lenta y calida. Sin darme cuenta me dormí.
Se percataron de mi herida.
Al día siguiente, me llevaron a la enfermería. Silenciosos y afables los monjes limpiaban con cuidado las partes de mi cuerpo dolorido y amoratado. Inhalé un pañuelo, el cual me anestesio, al rato note un profundo dolor por la extracción de la bala que al final cayó ruidosa sobre un cuenco metálico.
Durante mi recuperación leía el Evangelio y vidas de santos. Tras las columnas, en la penumbra escuchaba a los monjes dar misas, el olor a incienso me transportaba llenándome de bienestar. Otras veces los oía cantar gregorianos, produciendo un fuerte bálsamo en mi cuerpo y mi alma.
El abad Luis era un hombre regordete, sonrojado, con una mirada profunda y llena de paz. Una mañana el Abad me trajo un libro de San Juan de la Cruz diciendo que abriera mi corazón a Dios.
Una tarde, en medio de la soledad y la quietud, en mi habitación, busqué a Dios y quise sentirlo dentro de mí. Al principio, note un agradable calor en mi alma, fue creciendo como una pequeña llama, luego esa presencia de bienestar se iba extendiendo por el pecho llegando a la cabeza pasando a las extremidades. Todo mi ser estaba envuelto de un amor que hasta entonces desconocía.
A los días, hablé de mi primera experiencia espiritual con el Abad Luis, arrepintiéndome de mi pasado.
Llegó la primavera con el final de la guerra, me despedí del monasterio. Cambié políticamente de bando, mientras iba recibiendo noticias de seres queridos perdidos. Me incliné hacia los heridos y los necesitados. En medio de tanta desolación y destrucción general, trabajaba constante y firme con mis nuevas convicciones.
Cuando ya se reestructuro el país, a los cinco años viaje y conocí nuevas religiones, y me di cuenta que todas decían casi lo mismo. Entre en una crisis existencial, buscando a Dios sin encontrarlo. Caminaba desorientado entre las calles, sin nada que me pudiese llenar, y en medio de aquel vacio, una noche de lluvia mí mente volvió como de costumbre a acordarse del monasterio.
Acudí a hablar con el Abad Luis, sobre mi conflicto. Paseamos debajo del sol por el claustro y junto a un ciprés me dijo;”Que Dios se hallaba en todas las cosas, que se estaba en el interior de cada uno, dentro y fuera del monasterio”.
Ahora me encontraba como un hombre nuevo, con la puerta del monasterio abierta, y un camino a la derecha. Ahora tenía tan solo que elegir.
La masa
La luna llena iluminaba el hogar de dos plantas del escultor reconocido Barry Wells. Al artista se le inundo el taller, y tuvo que llevar todas las esculturas a su hogar, creando innumerables problemas de espacio...
viernes, 5 de noviembre de 2010
El regalo de papa
Schlecker, droguería y perfumería. Especial día del padre. Venta por catálogo, seleccionar, pedir, recoger, pagar, aquí en su tienda...
La abuela
En una caravana algo inestable, vivía una familia de gitanos a las afueras de Jaén.
Amanecía y chocaba el sol y deslumbraba a Quillo; el menor adolescente, que salía con su melenilla y su cadena dorada a respirar aire fresco. Se encontró con su abuela de ochenta y nueve años, postrada en una silla de ruedas con unas largas trenzas blancas. Siempre seria y como en otro mundo....
La tarjeta
Como todos los domingos, Javi se levantaba de la cama con su pijama de buzo con estampados de ositos. Ya pasados los cuarenta años y con sus noventa y cinco kilos, disfrutaba fascinado con sus amplios ojos azules con los dibujos animados frente al televisor. Después de una noche algo resacosa, carcajeaba como el correcaminos vacilaba al coyote en su persecución.
Como también tenía que ser su búsqueda sobre una tarjeta de puesto de trabajo, que cambiaria su vida y no la encontraba....
¿Reformas?
—Ya se han marchado— dijo el ordenador que se encendía sigilosamente entre la oscuridad y el gran silencio.
—Puf, que alivio, por fin solos— susurro el teléfono mientras se desenredaba.
—Se rumorea que quieren hacer reformas— comentó la papelera con aire sabiondo.
—No digas eso — dijo el viejo sillón— ¿qué será de mí?, me mandaran a cualquier parte.
— ¡Te lo podrías haber callado papelera! — afirmó el teléfono algo enojado.
— ¡Estoy harta de ser siempre la que se lo traga todo!
— ¡Alarma alarma! —gritaba la lámpara verde, mientras se apagaba y encendía salía espantada de la habitación. ¡Nina nina! ¡alarma!¡alarma! ¡Van hacer reformas! corriendo la noticia por toda la casa.
En el baño el lavabo blanco y el espejo brillante hablaban asustados por si les sustituyeran por otros muebles de diseño, el water se carcajeaba como siempre al oírlos, mientras tanto salían a por más información la esponja roja, el gel y los cepillos de dientes, les acompañaba enmarañándose el papel higiénico.
Dentro de la cocina, las viejas sartenes discutían sin dejarse escuchar unas a otras, a la vez que la reluciente olla silbaba y cantaba relajada mirándolas con paciencia, las jóvenes tazas decían a los platos que eso era un rumor falso, que no habían oído decir nada sobre aquello, los desconfiados cubiertos cazos y botellas partían para averiguar capitaneados por el microondas.
En el interior del salón, la televisión el video y el dvd pataleaban y se quejaban por la noticia, a la vez que los cuadros antiguos se estiraban sin dar opinión. Los diferentes libros mandos y sillas alborotados salían detrás del reloj de pie.
Una vez en el pasillo cada uno daba su opinión, terminando por entremezclarse en las diferentes estancias. El estirado paragüero discutía con la cama, el lavabo con el teléfono, el azucarero escuchaba a la papelera, la pasta de dientes y el champú corrían por encima de los armarios. La colonia y la espuma de afeitar bailaban encima del televisor y el reloj cantaba abrazado con la olla.
Y en medio de todo aquel alboroto la ventana del pasillo se abrió gritándoles con un fuerte viento.
— ¡Que vienen los dueños ¡ Finalizó por zarandearles a todos.
Al instante, alarmados todos querían volver a sus puestos, la escoba se chocaba con el reloj de pie, los mandos con las botellas, la aspiradora con la bandeja, los libros esquivaban a los veloces cubiertos y la plancha volaba veloz hacia su armario.
Fuera en el descansillo se oía al ascensor y un movimiento de llaves.
Todavía quedaba rezagada la pasta de dientes y agobiada pateaba la papelera para situarse en su puesto perseguida por el teléfono que se lanzo de cabeza hacia su lugar, el papel higiénico se enrollaba a mil por hora, mientras se escuchaba el abrir de la puerta.
El ordenador se desahoga diciendo: — “wau”, por casi nos pillan. Terminando por apagarse.
Al segundo, en medio del silencio, los dueños entraron.
jueves, 4 de noviembre de 2010
La mujer del balneario
Solo sabía que quería escaparme; sin saber si lo que necesitaba se encontraba allí.
El coche negro aparcó en la entrada bajo la única luz nocturna, desde la ventanilla se distinguía el antiguo hall. Baje con una maleta, los zapatos de tacón se deslizaban ligeramente sobre la húmeda gravilla y entre por la puerta giratoria de madera que hacia transportarme a un balneario del siglo pasado....
Domingos
Me encuentro con mi novia en mi apartamento minimalista frente a la nueva televisión plasma, como todos los domingos veremos un programa, retransmitido en directo. El cual, consta de unos personajes encerrados en una casa de seudo lujo, y la prueba es que “el que hable” queda descalificado.....
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