Como todos los domingos, Javi se levantaba de la cama con su pijama de buzo con estampados de ositos. Ya pasados los cuarenta años y con sus noventa y cinco kilos, disfrutaba fascinado con sus amplios ojos azules con los dibujos animados frente al televisor. Después de una noche algo resacosa, carcajeaba como el correcaminos vacilaba al coyote en su persecución.
Como también tenía que ser su búsqueda sobre una tarjeta de puesto de trabajo, que cambiaria su vida y no la encontraba....
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