Sin forma definida, se desliza por las
calles blancas del pueblo. Roza a una anciana que cose una red y pasa en
silencio como una acaricia sobre su rostro y manos lleno de arrugas. Fluye por
el suelo sin saber dónde ir.
Después, transparente bajo el sol, se dirige
por la solitaria calle hacia la plaza. Allí, unas pompas de jabón iluminadas
como un arco iris vuelan a su rumbo. Unas manos pequeñas las quieren coger,
pero ellas se mueven aleatorias, hasta que una se rompe y humedece con grata
sorpresa la cara infantil.
Entra despacio en la pequeña iglesia, se
descubre e incorpora, fluye entre bancos y santos. Al rato, asciende para
recorrer junto al sonido del órgano un viaje metálico.
Se filtra por pequeños rincones, cierra
puertas y abre una ventana donde una mujer mira el mar. Le mima con un susurro.
Se desliza entre las paredes caladas y va hacia el aroma de sábanas limpias y
se mueve en un ...
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