La dulce ciudad despertó entre armónicas arquitecturas para Peter, un hombre maduro y arruinado que retornaba para rescatar un pasado, y así quitarse esa carga que vivía sobre él.
Cuando paseaba por la empinada calle antigua del Graben quedó perplejo frente a un bello escaparate. Bajo la vieja gabardina solo le refugiaba el agua, todo lo demás se filtraba, como los años soleados y felices que vivió Peter con Maria como reposteros en una pequeña pastelería.
En 1928 la pareja bailaba en la cocina al compás un vals de Strauss que salía de una encantadora radio antigua a la vez que se mezclaban el chocolate caliente entre almendras y otras esencias hasta dar con el soñado sabor, luego bajo moldes se decoraban con otros derivados y se vestían de aluminio coloreado para servir....
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